Último adiós a Sala
- Diego Armando Parada
- 12 feb 2019
- 3 Min. de lectura

"Por eso a mí no me importa ser número ocho titular y que no me pidan autógrafos aquí en la playa ni en el cine ni en Dieciocho. Los partidos no se ganan con autógrafos. Se ganan con goles y ésos los sé hacer"
El césped de Mario Benedetti
Hace unas semanas, el mundo deportivo se estremecía ante la noticia de la desaparición del ariete argentino Emiliano Sala, jugador del equipo francés Nantes. El lunes 22 de enero, salía de Francia en dirección a Cardiff, lugar donde firmaría un contrato con su nuevo equipo. Sala, sin embargo, nunca llegó a tierras británicas.
Emiliano Sala, futbolista de 28 años, nacido en Santa Fé, Argentina, jugó toda su vida profesional en Francia, donde se consolidó como goleador en el club Nantes. Buen jugador, con una diestra amaestrada, pero lo que nunca tuvo fue reflector. 93 goles en su carrera, 48 de ellos defendiendo la playera del conjunto de Les Canaris, avalan la calidad con la que contaba el delantero Santafesino. Su fútbol era bueno, después de todo, no dejaba de ser argentino. No se espera que un mal jugador haya nacido en la tierra de Kempes, de Batistuta, de Maradona, de Messi; va contra la voluntad divina. Sin embargo, a pesar de que la calidad de Emiliano era indudable, no podía lucir, compitiendo contra jugadores que gozaban de mayores luces, por no decir talento, como Higuain, Agüero, Dybala, Icardi, Messi, y los jóvenes emergentes como Lautaro, Pavón, Correa y el Cholito Simeone.
Sala, era más bien, como Mario Benedetti llama al protagonista de su cuento “El Césped”, delantero de club chico, ídolo para la gente del humilde Nantes, equipo que si bien, goza de un pasado abundante, hoy no es ni sombra de aquella escuadra que fue hace 50 años.
El magnetismo que tenía Emiliano con la hinchada del Nantes, es suficiente para que de ahora en adelante se le recuerde como leyenda del club. Después de todo, Sala es el último gran goleador que ha tenido este equipo. El 7 de febrero del presente año, se confirmó lo que nadie quería escuchar. Se reconoció el cuerpo del ariete argentino, el cual fue hallado, junto con los restos del avión donde viajaba, en el canal de la mancha.
La noticia fue global, el fútbol estaba de luto, jugadores famosos y no tan famosos daban muestras de aliento a la familia de Emiliano Sala mediante las redes sociales. El Nantes, desanimado por las últimas noticias, debía jugar su respectivo partido de liga, después de todo, el balón no deja de rodar.

El domingo 10 de Febrero la gente se reunía en el Stade de la Beaujoire - Louis Fonteneau, más que para enfrentarse a un partido liguero, se reunía la afición para despedir no sólo a su jugador, la reunión era para despedir a un ídolo, a un amigo, a una persona, a su número 9. Los carteles, las playeras, los cánticos, todos estos eran en honor a Emiliano. Los compañeros de equipo, que probablemente disputaron ese encuentro más por compromiso que por pasión, salieron a campo a jugar, con la tristeza de la noticia aún reflejada en su ánimo. El partido terminó con un 2-4 en favor del equipo rival, pero a nadie le importó haber perdido 3 puntos en esa fecha, después de todo, la cita era en honor a Sala, y en medio de lágrimas y flores, las personas en el estadio se despidieron de aquel jugador que nunca recibió los reflectores que merecía, que jugó su carrera en un equipo de media tabla, aquel jugador que salía al campo para darle una sonrisa a toda esa gente que lo vitoreaba. Todo fue por Emiliano Sala, el Santafesino que toda su vida jugó lejos de su patria. Emiliano Sala, el que será recordado no sólo como jugador, si no el ídolo, que algún día, una gran afición tuvo.

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